terça-feira, 17 de março de 2015

Una nueva nariz para Hermes

En diciembre se anunció que Christine Nagel será la responsable de la división de perfumes cuando Jean Claude Ellena se retire
Al despertarse, a Christine Nagel (Ginebra, 1959) tan solo le hace falta incorporarse ligeramente para disfrutar del majestuoso horizonte. En un día claro, desde la ventana de su improvisado cuarto se pueden ver los tejados rojos de las casitas de Grasse, en la Riviera Francesa. Al fondo se despliega la bulliciosa Niza, y un poco más allá, el mar Mediterráneo. Esta mañana de primavera, Nagel se levanta, se viste y desciende las escaleras hacia la planta baja. Por primera vez se convertirá en la anfitriona de esta casa. Hace pocos meses era una intrusa.
La vivienda en la que se encuentra, y en la que a media mañana recibirá, por primera vez desde que entró a trabajar en la maison Hermès, a un grupo de periodistas, es un edificio acristalado de dos plantas en el pueblo de Cabris. Jean Claude Ellena (Grasse, 1947) eligió este inmueble como lugar de trabajo cuando lo nombraron perfumista exclusivo de Hermès en 2004. Él vive en Grasse, a pocos minutos en coche. La finca es grande, tranquila, y tiene un jardín en el que crecen infinitas variedades de iris. Hay, incluso, uno naranja que han bautizado Hermès, en referencia al color característico del logotipo de la firma.
Desde el pasado mes de marzo, el veterano perfumista comparte mesa de trabajo con Nagel, que viaja un par de días por semana desde París y se ha habilitado un dormitorio para hacer noche cuando se extiende la jornada laboral. Ella es, por decisión del propio Ellena, quien heredará su cargo. Lo hará cuando ambos consideren que está preparada. En ese momento pasará a convertirse en la primera mujer al frente de una casa de perfumes.
Jean Claude revisa las pruebas de un aroma. / CÉSAR LUCADAMO
Las bases olfativas de Hermès ya están establecidas. En el decenio que Ellena lleva en la firma ha conseguido quintuplicar las ventas –solo en 2013 el departamento de perfumes creció un 13,9%– y organizar un universo aromático propio. A las ocho fragancias que se habían desarrollado desde 1951 hasta su llegada las ha denominado “clásicos” (Calèche, Equipage, Amazone, Bel Ami…). En esa categoría no entra Eau d’Orange Verte, creada en 1979 por Françoise Caron, que tiene su propia línea genealógica en forma de aguas de colonia. Finalmente, en 2004, inauguró la colección Hermessence, de venta exclusiva en las tiendas de la casa. “Los empleados no estaban tan orgullosos de sus perfumes como de los bolsos y sus otros productos, porque se vendían fuera de la tienda. No los veían como suyos. Así que creé algo solo para las boutiques”, explica el creador. El primer año se distribuyeron en 20 puntos de venta. No estaban nada seguros de que fuera a funcionar. El segundo llegaron a 45. Ahora se pueden encontrar en cualquier tienda propia del mundo. Ese savoir-faire, la capacidad de crear, organizar y alimentar diferentes líneas de trabajo, es lo que toca transmitir.
“Te voy a enseñar a ser libre”, le dijo Jean Claude Ellena a Christine Nagel el día en que puso por primera vez sus pies en la casa de Cabris. En un día normal de trabajo, la pareja se sienta en la misma mesa, uno enfrente del otro. Con sus portátiles y decenas de abanicos de secantes (esos papeles con los que se rocían las muestras de fragancias en las perfumerías) en los que exhiben los esqueletos de posibles perfumes. Como en cualquier otro oficio creativo, comparten impresiones, reflexionan, modifican sus formulaciones, retoman proyectos estancados, eligen aromas y descartan otros… Mientras la mayoría de sus colegas manejan una paleta aromática de 1.000 ingredientes, la suya consta solo de 200. Es un reto para la recién llegada. “Es igual que si quieres ser pintor y te compras un gran muestrario de colores. A nosotros eso nos parece de principiante. Cuando sabes del asunto, solo necesitas los colores primarios, porque tienes la maestría para mezclarlos”, resume el perfumista.
Celoso de su trabajo, Jean Claude Ellena blindó su libertad creativa en 2004, nada más aterrizar en la casa. Podía elaborar los tres perfumes por año que le pedían por contrato, pero no quería saber nada de los equipos de marketing. Sus creaciones se debatirían entre el presidente de la división de perfumes y él. Bajo su tutela, dijo, Hermès no se convertiría en una compañía más que lucha por sobrevivir en los estantes de la perfumería con una retahíla de aromas sin personalidad. Sus decisiones han sido avaladas por los Dumas, herederos directos del fundador de la casa, Thierry Hermès. Según el último informe anual de la compañía, el grupo familiar posee el 62,95% de las acciones y ocupa puestos claves. Primero trabajó de la mano de Jean Louis Dumas, y tras la retirada de éste en 2006, con su hijo Pierre-Alexis. En este tiempo Ellena ha hecho y deshecho lo que ha querido. También para elegir sucesor. “Es brillante y es guapísima”, sentencia sobre Christine Nagel. Con esto, para él, basta.
Aunque el perfumista ya había pasado de los 50 cuando estrenó el cargo, éste es el trabajo de su vida. Su gran obra. Jean Claude Ellena es Hermès Parfums. Quizá por eso desde la compañía le vuelven a permitir, una vez más, que marque los ritmos y tome todas las decisiones relevantes que quiera. Por ahora siempre han sido certeras.
En 2003 la situación era otra. Ellena trabajaba en Symrise, una compañía que desarrolla fragancias para varias marcas de lujo. Nagel creaba Narciso Rodriguez For Her. Y el gigante Hermès, que tenía una brillante y equilibrada colección de perfumes, miraba sudoroso y de reojo cómo las ventas de sus rivales directos eran hasta diez veces mayores. En Chanel, sin ir más lejos, tenían a Jacques Polge como creador exclusivo, y las ventas de Coco Mademoiselle y Allure habían ido francamente bien. No sabían qué hacer.
El carrusel de ingredientes con los que trabajan. / CÉSAR LUCADAMO
La respuesta le llegó a Jean Louis Dumas, por entonces presidente del consejo de administración, durante la presentación de la fragancia Un Jardin en Méditerranée. Ese día conoció al responsable de la misma, Jean Claude Ellena, y se quedó prendado de su visión sólida y minimalista de la perfumería. Es capaz de “escribir aromas” con tan solo treinta ingredientes, cuando muchas fragancias del mercado contienen más de cien. Hay quien compara su trabajo con un haiku. “Su aproximación a la perfumería es similar a la de la escuela Bauhaus en arquitectura: aromas limpios elaborados a partir de fórmulas químicas aparentemente simples”, decía de él en 2005 Chandler Burr, crítico de fragancias de The New York Times.
Christine Nagel escucha en silencio cómo el perfumista rememora, en inglés, su llegada a la firma. Es cálida en el trato, pero no se siente demasiado cómoda con el idioma extranjero y prefiere ceder la palabra. En un momento de la narración, cuando él explica cómo puso distancia con las estrategias de marketing, grita emocionada: “Thank you!”. Le ha tocado la fibra sensible. Nunca, en sus más de veinte años de oficio, se le ha permitido desarrollar una fragancia para una marca sin un completo briefing (las instrucciones, en el argot de la industria) que seguir al dedillo.
Ella viste camisa azul, americana azul marino y pantalones vaqueros. Él, chinos color caqui y una camisa blanca de algodón que ha convertido en su uniforme. Durante la entrevista, descansan cómodamente sentados en el sofá blanco del estudio de Cabris. La complicidad entre ellos es evidente. Hay un magnetismo especial y da la impresión de que llevan juntos toda la vida, aunque solo hace un par de meses que trabajan codo a codo. Hermès dio a conocer la noticia el ­pasado diciembre. En el comunicado oficial se explicaba que iba a comenzar un “proceso de transmisión” de la singularidad de Hermès Parfums con el fin de preparar una “sucesión serena”.
Jean Claude Ellena habla lento, pero contundente. Da la impresión de que por primera vez expresa en voz alta un discurso que tiene más que ensayado. “Me estoy haciendo viejo y en mi mente no quiero llegar a un punto en el que diga ‘ya basta’ y tenga que parar. La transmisión del legado tiene que ser mientras esté activo, así que hablé con el señor Dumas y le dije que para el futuro estaría muy bien tener a alguien que pudiera seguir mis pasos, o hacer el trabajo después de mí. Les expliqué que no se preocuparan, que no me voy todavía. Pero quiero hacerlo con calma”. Por primera vez, el coqueto y elegante Jean Claude Ellena asume el paso del tiempo. Un factor que para el centenario Hermès no existe

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